Esta mañana, en un pedacito del planeta, a la vuelta de mi casa
Todos los sistemas vivos, desde los microorganismos
hasta el planeta entero, pasando, entre otros, por los ecosistemas y por
nosotros los seres humanos, somos sistemas complejos y poseemos una
capacidad de auto-organización, auto-regulación u homeostasis que nos permite transformarnos de manera permanente
como respuesta a cambios que se producen en nuestro propio interior o en el
ambiente dentro del cual nos hallamos inmersos.
Entendemos por sistema complejo aquel
cuya totalidad es cualitativamente “superior” a la mera suma de las partes que
lo conforman, y en el cual cualquier cambio en cualquiera de esas partes implica
un cambio en la totalidad, y viceversa.
Esa capacidad de auto-regulación,
auto-organización u homeostasis
depende de la manera como los individuos y en general los sistemas complejos en
distintas escalas, intercambiamos materiales, energía e información entre nosotros
y el ambiente, y como las procesamos en nuestro interior para generar una respuesta
adaptativa adecuada.
Resistencia y resiliencia,
entonces, son expresiones de esa capacidad y dependen de la manera como
amortiguamos los cambios y como reaccionamos para auto-organizarnos y
auto-ajustarnos como respuesta a los efectos de esos cambios en nuestros
propios sistemas o en aquellos de los cuales somos partes.
De acuerdo con su
etimología, la palabra RESILIENCIA viene del latín resilio, resilire que quiere decir “Rebotar, Saltar hacia atrás”.
En física, que es uno de los
campos donde ese concepto comenzó a utilizarse, hace referencia a la capacidad
de un resorte para retomar su forma original luego de que ha sido estirado. Esto
es interesante porque tiene que ver con lo que podríamos denominar la memoria del resorte
(Textos: CUADERNO SOBRE RESILIENCIA - G.Wilches-Chaux, IDIGER 2014).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario